jueves, 24 de enero de 2008

con palabras rebuscadas para que me entiendas

En el alba de mis madrugadas, antes de ver irradiar el nuevo sol que ya no siento, he llorado… como austero párvulo que ansía agitar la voz, y que cárdeno aún, aspiro una vez más llenarme de aquel melifluo tuyo, el cual alguna vez llegué a palpar. Mientras hipócrita el destino, cual claque e impreciso intenta cambiar de rol, de plañidero a alcahuete, haciéndome creer que hay humanos sentenciados a una ergástula intensa, lo cual es tan falso como aquellas mentiras que se me imputan. Lo único que tengo bien claro, es el anhelo de volver contigo, sin ensuciar la pureza y la intención que siempre tuve que integrar una familia, familia a la cual les di la espalda, como ante un espejo luminoso, necio y ausente, mientras mi crápula terquedad me llevaba desarmado al día de la verdad.
No obstante, me atesta la certeza de poder conseguirlo, porque hay una fuerza que se llama amor, la que siempre en mí ha abundado y la que siempre emerge como el pan de los piadosos, y esta vez no habrá destino depravado, que me frene a dejar este muladar hendido, en el cual me encuentro todavía.
En mis noches sólo soy de un abigarrado y abyecto ser, que duerme acervo e inquieto al sonar de las alucinaciones, cual exégeta de nuestro pasado escarbo apócrifo la historia de a pocos esquivando la pesadilla de despertar para no ver el nuevo día.
En medio de esta behetría ando confuso y equívoco, giro esta exégesis de todas las vueltas y no logro el concepto preciso, faltó un conglomerado de palabras claras y cariñosas, dejar de compeler a costa del silencio, y no conculcar en la mínima oportunidad presentada.
Hoy quiero detrimento al silencio; volver a ti para deferir en tus ideas y darle a esta díada una diligencia justa, volver a nuestra fehaciente relación, dejar huella en tu vida, impeler tu vida con mucha energía, dejar de ser ímprobo para seguir nuestra inmarcesible vida.